Pasar el verano en la ciudad permite explorarla con más calma y suele traer agradables sorpresas. Así fue como el agosto pasado me llamaron la atención las frecuentes colas que se formaban frente a un nuevo local en el barrio barcelonés de Gràcia. Un día me situé entre los curiosos que se agolpaban frente al escaparate para ver una extraña maquinita retro que elaboraba un refresco semejante a un vaso de nieve. Así descubrí el kakigori, el helado japonés.

Kakigori

Kakigori con mandarina, una delicia

No había tenido ocasión de probarlo hasta este verano, esta vez en la plaza de la Vila de Gràcia, adonde el anterior local se ha trasladado definitivamente, y con él las colas de curiosos.
El helado, que se come con cuchara, tiene una textura muy suave y fina que se deshace lentamente en la boca y es ideal para el calor. Puede recordar al granizado o al algodón de azúcar, pero no es ni lo uno ni lo otro. Su nombre proviene de kaki, afeitar, y gōri, hielo o nieve, porque se prepara raspando un bloque de hielo en láminas muy finas que generan ese efecto visual de la nieve. Entre capa y capa de hielo se añaden sirope natural de una variedad de sabores: chocolate o fresa, mango, piña colada, jengibre y limón son algunos de los más solicitados. Y a veces se puede rematar con leche condensada y con topping de judía roja.
Detrás de esta iniciativa está Martin Kunz, un austriaco que estuvo viviendo diez años en Japón. Allí fue donde encontró la idea y compró una máquina para hacer kakigori, que ha acabado trayéndola a Barcelona. En la tienda preparan los kakigoris en vivo y en directo, empleando agua mineral vitalizada.
A diferencia de los helados tradicionales, que podemos encontrar todo el año, los helados de nieve son un producto claramente estacional. Martin explica que en octubre dejan de hacerlos, por lo que quienes quieran descubrir este refresco que sepan que tienen los días contados.