El organismo, para su normal funcionamiento diario, necesita multitud de sustancias nutritivas presentes en los diferentes alimentos.
Las llamadas macronutrientes, son aquellas que se encuentran en mayor proporción y las que el cuerpo precisa en cantidades más elevadas. Se conocen también con el nombre de grasas, proteínas e hidratos de carbono.
Las proteínas son esenciales para construir y regenerar tejidos o estructuras corporales.
Están presentes en alimentos como las carnes, los pescados, las legumbres y los frutos secos.
Las grasas constituyen la principal reserva energética para el organismo y se encuentran en alimentos como los aceites, los lácteos enteros, las carnes, los embutidos, etc.
Los hidratos de carbono, proporcionan energía a las células y se encuentran en alimentos como los cereales, las patatas, las legumbres, los dulces, etc.
Estos componentes nutritivos no son los únicos elementos fundamentales; existen otros que se necesitan en muy pequeñas cantidades y que, aunque no aportan energía, son imprescindibles para conservar el buen estado de salud. Se engloban en el grupo de los micronutrientes, necesarios para que se puedan realizar con éxito todas las reacciones bioquímicas que permiten el mantenimiento de la vida.
Entre estos están las vitaminas, los minerales, la fibra dietética y los fitoquímicos.
LAS VITAMINAS.
A finales del siglo XIX principios del siglo XX, se llegó a la conclusión que las proteínas, las grasas y los hidratos de carbono, no eran los únicos elementos fundamentales para la vida. Se descubrió que cantidades ínfimas de algunas sustancias orgánicas presentes en los alimentos podían resultar imprescindibles para que se realizaran las diferentes reacciones biológicas que permiten el buen aprovechamiento de los demás nutrientes.
Su aporte es igual de importante durante todas las etapas de la vida, en la infancia, son totalmente necesarias para asegurar el buen desarrollo de los diferentes tejidos y durante la edad adulta y la vejez, para su mantenimiento.
Las vitaminas no son producidas por el organismo humano y, por tanto, su adecuado aporte depende totalmente de la alimentación diaria, aunque hay algunas excepciones como por ejemplo la vitamina D, que nuestro organismo es capaz de fabricar a partir de los rayos solares o las vitaminas K, B1, B2 y ácido fólico, que se forman en pequeñas cantidades en la flora intestinal.